Existen una gran variedad de especies en el Ebro Zaragozano, aunque muchas de ellas han sido introducidas artificialmente, haciendo peligrar la supervivencia de nuestros peces autóctonos, el barbo común y la madrilla. El resto fueron introducidos en diversos momentos históricos, estando hoy perfectamente adaptados a las aguas del Ebro. Así encontramos peces como el lucio, introducido en los años 40 y llamado el tiburón de agua dulce por su voracidad, o la carpa que ya fue introducida por los romanos desde Asia. Las pequeñas gambusias fueron introducidas para controlar las larvas de mosquito y con ellas el paludismo. El alburno, el carpín, el gobio, la voraz perca americana o black bass y el pez gato son otros peces del Ebro. Al tramo zaragozano de nuestro río parece ser que todavía no ha llegado el enorme siluro. La anguila, pez de agua dulce que se reproduce en el mar de los Sargazos, está practicamente extinguida en el tramo medio del Ebro. El esturión desapareció ya hace tiempo de sus aguas, la construcción de presas le impide remontar desde el mar para entrar a desovar a los tramos medios y altos del río.
LA VIDA FUERA DEL RIO
La vegetación de rivera no tiene limitada el agua a las precipitaciones. El río es un proveedor seguro del líquido elemento, aunque su caudal sea variable.
Los bosques de rivera reciben el nombre de sotos. Los cientificos llaman a estos sotos "selvas riparias".
Las diferentes especies vegetales que viven en los sotos se suelen disponer en bandas paralelas al río, según sus necesidades de agua y su resistencia al encharcamiento y a las avenidas. Las playas de cantos rodados son colonizadas pronto por los tamarices, que ayudan a retener suelo en el que pueden asentarse después los sauces. Chopos y álamos crecen a continuación. Fresnos y olmos son los que viven más alejados de la orilla.